San Pablo, apóstol de los gentiles.
Aproximación a la figura de San Pablo.
En la
intervención de Benedicto XVI, el miércoles,
25 octubre del 2006, durante la audiencia general en la que presentó la figura
de Pablo de Tarso, decía el Papa, que
Pablo nos dá “…una lección muy importante para
nosotros: lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo,
de manera que nuestra identidad se caracterice esencialmente por el encuentro,
la comunión con Cristo y su Palabra. Bajo su luz, cualquier otro valor debe ser
recuperado y purificado de posibles escorias. Otra lección fundamental dejada
por Pablo es el horizonte espiritual que caracteriza a su apostolado. Sintiendo
agudamente el problema de la posibilidad para los gentiles, es decir, los
paganos, de alcanzar a Dios, que en Jesucristo crucificado y resucitado ofrece
la salvación a todos los hombres sin excepción, se dedicó a dar a conocer este
Evangelio, literalmente «buena noticia», es decir, el anuncio de gracia
destinado a reconciliar al hombre con Dios, consigo mismo y con los demás.
Desde el primer momento había comprendido que ésta es una realidad que no
afectaba sólo a los judíos, a un cierto grupo de hombres, sino que tenía un
valor universal y afectaba a todos.” (Benedicto XVI, ROMA, miércoles, 25
octubre 2006).
Durante el
anuncio oficial del año paulino (28
de junio de 2008 al 29 de junio de 2009), Benedicto
XVI resaltó que “San Pablo tiene
conciencia de que es "apóstol por
vocación", es decir, no por auto-candidatura ni por encargo humano, sino
solamente por llamada y elección divina.
En sus cartas,
el Apóstol de los gentiles repite muchas veces que todo en su vida es fruto de
la iniciativa gratuita y misericordiosa de Dios (cf.
1 Co 15, 9-10; 2 Co 4, 1; Ga, 15). Fue
escogido "para anunciar el Evangelio de Dios" (Rm 1, 1), para propagar el anuncio de la gracia divina que
reconcilia en Cristo al hombre con Dios, consigo mismo y con los demás”.
¿Quién fue Pablo de
Tarso?.
Pablo de Tarso, originalmente Saulo, conocido
hoy como San Pablo - el Apóstol de los Gentiles-, es considerado por muchos uno
de los discípulos más importante de Jesús, a pesar de que nunca lo conoció
personalmente.
Por el mismo San Pablo sabemos que nació en
Tarso, en Cilicia, de un padre que era ciudadano romano, en el seno de una
familia en la que la piedad era hereditaria y muy ligada a las tradiciones y
observancias fariseas.
Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se
le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del
primer rey de los judíos. En tanto que ciudadano romano también llevaba el
nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante
usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego.
Puesto que todo judío que se respetase había de
enseñar a su hijo un oficio, el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona o
más bien a hacer la lona de las tiendas. Era aún muy joven cuando fue enviado a
Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela de Gamaliel. Parte de
su familia residía quizá en la ciudad santa puesto que más tarde se haría
mención de una hermana cuyo hijo le salvaría la vida.
Tras la muerte de Jesús, hacia el año 33,
comienzan a formarse grupos de seguidores de Jesús. Pablo de Tarso fue un
activo perseguidor de estas comunidades. En el año 36 se convirtió al
cristianismo, que basados en el libro de Hechos de los Apóstoles, fue gracias a
una aparición de Cristo, camino de la ciudad de Damasco. Luego de lo cual pide
ser bautizado y adopta el nombre de Pablo.
Comenzó su actividad de evangelización cristiana
en Damasco y Arabia. Es perseguido por los judíos y huye a Jerusalén, donde es
visto por Bernabé quien lo lleva con Pedro y con Santiago el Hermano del Señor
en el año 36. Huye de Jerusalén, escapando de los judíos de habla Griega. Se lo
llevan a Cesárea y es enviado a refugiarse en Tarso. Bernabé acude a Tarso y se
va con Pablo a Antioquia, donde pasaron un año evangelizando. Antioquia se
convierte en el centro de los cristianos convertidos desde el paganismo. Aquí
surge por primera vez la denominación de cristianos para los discípulos de
Jesús.
Un episodio clave en la biografía de Pablo de
Tarso, sin el cual la historia del Cristianismo probablemente sería bien distinta,
es su famosa conversión, que él llamaba en sus epístolas "vocación"(Libro de los hechos de los apostóles,9,1-20).
Como resultado de esta experiencia, Saulo de
Tarso, que se dedicaba a perseguir sobremanera" y "asolar" con
"celo" las comunidades cristianas, según sus propias
palabras (Gálatas 1; 13; Filipenses 2; 6)), se
convirtió en el principal difusor del cristianismo arriesgando su vida,
sufriendo persecuciones, encarcelamientos y, finalmente, murió decapitado en
Roma hacia el año 67 de la era cristiana.
De San Pablo decía el Arzobispo de Viena, Cardenal Christoph
Schönborn, el pasado 22 Feb. de 2008,
basándose en una cita de la 1ª
Carta San Pablo a Timoteo (1Tim 1,12-16), que "desde que experimentó la
misericordia, su vida se
convirtió cada vez más claramente en una imagen de la misericordia de Dios".
San Pablo se veía a si mismo entre los pecadores, como un pecador a quien le
fue dada misericordia y subrayó que "Pablo le desea a su discípulo
Timoteo, y a través de él a todos nosotros, que tengamos la misma experiencia,
que vivamos también nosotros la misericordia, el perdón
de Dios".
En esta introducción a la vida de San Pablo, ya situamos los pilares
sobre los que edifica San Pablo su vida de apóstol y su doctrina.
*El primero es la VOCACIÓN
—En el camino hacia Damasco,
a inicios de los años treinta, Saulo,
según sus palabras, fue «alcanzado por
Cristo Jesús» (Filipenses 3, 12). Mientras Lucas cuenta el
hecho con abundancia de detalles -la manera en que la luz del Resucitado le
alcanzó, cambiando fundamentalmente toda su vida- en sus cartas él va
directamente a lo esencial y habla no sólo de una visión (Cf. 1 Corintios 9,1),
sino de una iluminación
(Cf. 2 Corintios 4, 6) y sobre todo de una revelación y una vocación en el
encuentro con el Resucitado (Cf. Gálatas 1, 15-16).
De hecho, se definirá explícitamente «apóstol
por vocación» (Cf. Romanos 1, 1; 1 Corintios 1, 1) o «apóstol por voluntad de Dios» (2
Corintios 1, 1; Efesios 1,1; Colosenses 1, 1), como queriendo subrayar que su
conversión no era el resultado de bonitos pensamientos, de reflexiones, sino el
fruto de una intervención divina,
de una gracia divina imprevisible. A partir de entonces, todo lo que antes
constituía para él un valor se convirtió paradójicamente, según sus palabras,
en pérdida y basura (Cf. Filipenses 3, 7-10). Y desde aquel momento puso todas sus energías al servicio exclusivo de
Jesucristo y de su Evangelio. Su existencia se convertirá en la
de un apóstol que quiere «hacerse todo a todos» (1 Corintios 9,22) sin
reservas.
*El segundo, consecuencia del primero fue
su clara conciencia de estar LLAMADO A SER APOSTOL.
—En el apostolado de Pablo no faltaron dificultades, que él afrontó con valentía
por amor a Cristo. Él mismo recuerda que tuvo que soportar «trabajos…,
cárceles…, azotes; peligros de muerte, muchas veces…Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué… Viajes frecuentes;
peligros de ríos; peligros de salteadores;
peligros de los de mi raza; peligros
de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar;
peligros entre falsos hermanos;
trabajo y fatiga;
noches sin dormir, muchas veces; hambre
y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi
responsabilidad diaria: la preocupación
por todas las Iglesias» (2 Corintios 11,23-28).
—Para el decimotercer
apóstol, Cristo se convirtió en su
razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico. En
sus cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el
nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces).
—Pablo ya no vivía para sí mismo, sino
que vivía de Cristo y con Cristo:
dándose a sí mismo. Se puede ilustrar esto con algunas de las expresiones
plásticas que san Pablo anota en sus cartas. «En cuanto a mí -escribe, por
ejemplo, en Gálatas 6, 14-, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un
crucificado y yo un crucificado para el mundo!».
Tenemos que exclamar con san Pablo: «Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?».
* El tercero es su ESPIRITUALIDAD.
—Saulo
de Tarso no sólo muestra que el Espíritu Santo imprime
el empuje para testimoniar el Evangelio por los caminos del mundo,
como se muestra en los Hechos de los Apóstoles, sino que además ilustra su
presencia en la vida del cristiano. Es decir, Pablo reflexiona sobre el Espíritu mostrando su influjo
no solamente sobre el actuar del cristiano sino sobre su mismo ser.
Tal y como afirma el decimotercer
apóstol, el Espíritu nos penetra hasta
en nuestras profundidades personales más íntimas. «Gracias a Él –aclara el apóstol en
la Carta a los Romanos (8, 2.15)-, el
cristiano puede exclamar “¡Abbá, Padre!”».
* El cuarto, expresado a lo largo de sus
enseñanzas orales y escritas es su sentido eclesial.
—El apóstol descubrió la Iglesia gracias una
intervención directa de Cristo, quien, al revelarse en el camino de Damasco, se identificó con la Iglesia
y le dio a entender que perseguir a la
Iglesia era perseguirle a Él, el Señor: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
(Cf. Hechos 9, 4).
Entonces, Pablo se convirtió,
al mismo tiempo, a Cristo y a la
Iglesia.
—Pablo llega a presentar a la Iglesia como esposa de Cristo,
retomando así una antigua metáfora profética, que hacía del pueblo de Israel la
esposa del Dios de la alianza.